Soy Colombiano de Madrid

Mi experiencia con el coronavirus fuera del país.

Han pasado ya dos años desde que decidí, junto con mi familia, radicarnos es España; fue Madrid la ciudad a la que le hemos apostado para continuar con nuestros proyectos y desafíos, tanto profesionales como sociales. A lo largo de este tiempo, debo confesar que me he adaptado muy bien, siempre se ha reconocido a este país como un territorio en la que la alegría, y la vida se disfrutan a plenitud, y la verdad que no es equivocado; Madrid no duerme, tiene una constante actividad y es una ciudad que ofrece muchas posibilidades, en mi caso he logrado poco a poco, arraigarme, me ha permitido crecer profesionalmente, me ha generado interés y curiosidad por otros terrenos laborares que antes no conocía, pero lo más importante, siento que en Madrid se vive muy bien.

No imaginé que el titular de una notica que leía en internet hoy fuera una emergencia sanitaria a nivel global, una pandemia en la que, precisamente, es la vida la que se ve amenazada. “la misteriosa neumonía china” así leía en mi teléfono, la mañana del 8 de enero de este 2020, debo ser sincero que no le di ninguna importancia, a diario se leen tantas cosas en internet que al final, muchas se vuelven paisaje. Los días siguieron pasando y casi a finales del mes, ya los demás medios de comunicación hablaban del aislamiento de una ciudad en China. Recuerdo que a partir de allí la noticia llamó mi atención y desde entonces ya las cosas y nuestra cotidianidad empezarían a cambiar.  Poco a poco el llamado coronavirus se convertía en el protagonista de las noticias, los portales de información y los noticieros de televisión; pensé que lastimosamente, una vez más, nos veíamos afectados como especie a una crisis de salud pública, como lo que ya habíamos vivido con la gripe porcina H1N1 en el 2009 o con el Síndrome Respiratorio Agudo Severo (SARS) y el Síndrome Respiratorio de Oriente Medio (MERS)

Tras el estallido de esta emergencia en Italia, el gobierno español, desde el Ministerio de Sanidad, designa un portavoz para empezar a mitigar el impacto de contagios del ya denominado Covid-19 en España, confieso una vez más que hasta ese momento, seguía pensando que solamente se trataría de una situación de emergencia, no me imaginaba en absoluto lo que estaba por venir. Las cifras de los contagios empezaron a crecer de manera desbordada, sentí que estaba pasando muy rápido, al inicio eran casos aislados, un par en las Islas Canarias, otro en Madrid, Barcelona y Castellón, luego un contagio múltiple en una residencia de ancianos en La Rioja, y así, un día teníamos 202 contagios en todo el territorio español y al día siguiente 436. Para la primera semana de marzo, ya el tema del virus se tomaba, de mi parte, más en serio, el panorama se tornaba altamente preocupante.

Cierre de los centros educativos a todos los niveles, cancelación de algunos eventos, invitación a trabajar desde la casa y tomar como medida de protección salir lo menos posible, ni frecuentar sitios cerrados. Recuerdo que el viernes 13 de marzo, salí del trabajo y sentía un ambiente extraño en la ciudad, no vería la Madrid de siempre, incluso en el vagón del metro en el que venía, la gente se notaba extraña, un señor que estaba cerca de mi estornudó y la gente miraba con los ojos como platos y a todos nos invadió una pequeña risa nerviosa, al llegar a casa, en la televisión el presidente del gobierno declara el estado de alarma en todo el territorio nacional, suspendiendo el servicio de toda actividad al público, excepto los supermercados, las farmacias, los negocios de venta de alimentos y artículos para mascotas, ópticas, estaciones de gasolina, entre otros negocios que comercializan y distribuyen productos y servicios de primera necesidad.

Al día siguiente todo había cambiado, la gente había pasado de la sospecha y de la incredulidad al pánico, los supermercados estaban atiborrados de gente, los aeropuertos colapsados de viajeros que buscaban llegar a su destino; a partir de allí todo lo que hasta el momento había sido producto de la ficción del cine y la televisión, o de los relatos históricos de documentales y de la historia que nos han contado los libros, empieza a vivirse en carne propia. Esta no es una guerra mundial, ni una guerra civil, tampoco es una dictadura militar, esto de encerrarse en casa por motivo de una pandemia, es diferente, me atrevo a decir que sin ningún precedente histórico.

Los dos primeros días del confinamiento lo llevé de manera tranquila, hablaba con mi familia en Colombia, dando un parte de tranquilidad, organizando cosas de mi casa, planificando algunas actividades de trabajo, pero después, el panorama fue peor, las cifras de contagios y muertos crecen y crecen, hay una sobresaturación de información, noticias importantes, noticias falsas, memes, audios, vídeos. La sensación es de no creerlo, las calles desoladas, los negocios cerrados, la gente confinada en sus casas, pero lo más triste de todo, el miedo se apodera de cada uno de nosotros, la vida, nuestra vida, la de cada uno de nosotros, se ve amenazada. Esto mi generación nunca lo había experimentado.

Millones de personas encerradas, un sistema de salud colapsado, personas que trabajan y trabajan sin descanso, en particular los que hacen parte de la salud pública, los diferentes cuerpos de seguridad, pero también la gente que trabaja en la limpieza, los cajeros de los supermercados, todos aquellos que están allí, dando la cara por nosotros para que, aun estando confinados en nuestras casas, la vida siga siendo eso, ¡vida!

Hoy, lo que inició como una noticia que no me generó un mayor interés, es una realidad, y lo es en la medida en que me he replanteado muchas cosas, en principio, lo vulnerable que como especie somos, pero también nos reta para que podamos aprovechar este tiempo para reflexionar en tantas otras. Lo importante en esta situación es seguir siempre las recomendaciones que desde las entidades de salud y del gobierno se indiquen, que se resumen en gran medida en una única acción ¡No salir! ¡Quedarse en casa! Pero como sabemos que esto al cien por ciento para algunos de nosotros no se puede llegar a cumplir, pues salir solamente por motivos excepcionales, desinfectar todo antes de entrar de nuevo en casa, en la calle no tocar ninguna superficie, siempre utilizar guantes, no tocarse la cara, salir al supermercado una sola persona y hacer una compra que dure mínimo una semana para no volver pronto, generar una distancia de seguridad con las personas de más de un metro y medio. Reitero que lo que al principio me pareció una situación que se llegaría a controlar, hoy realmente debe tratarse con la mayor importancia, con responsabilidad, con madurez, con disciplina, con conciencia.  Es realmente una situación que así lo amerita.

Al día de hoy llevo 15 días sin salir de casa, no ha sido fácil, en ocasiones me aburro, me agobio, pero sé que es necesario. Es fácil pensar que, por ser una persona joven, el virus no me afecte, pero estamos ante lo desconocido, además que debo ser responsable de lo que afuera en los hospitales está pasando, no me puedo exponer a contagiarme y llegar a una UCI (unidad de cuidados intensivos) quitándole la posibilidad a otra persona de tener ese servicio.  Aunque me hoy me sienta un poco agotado del encierro, sé que después todo poco a poco volverá a la normalidad, posiblemente una normalidad diferente, eso seguro, pero volveremos a las calles, volveremos a nuestros lugares de trabajo y de estudio, a nuestra vida social, a nuestra rutina y cotidianidad. Eso queremos todos, pero lo quiero con la compañía de mis seres queridos, de mi madre, de mis hermanas, de mi pareja, de mi familia, de mis amigos. Luchemos un poco contra nuestro egoísmo, contra nuestra cultura de la trampa, contra el pensamiento de pensar que esto a mí no me va a pasar. Pensemos que para todos esta situación es nueva y desborda cualquier escenario de ficción, pero incluso la misma ficción nos muestra que debemos ser prudentes y que siempre seremos vulnerables; solo nos queda ser nuestros propios héroes, el héroe y la heroína de nuestros hogares, la súper abuela y el capitán cavernícola, los increíbles de la casa. Cuida la vida, nuestro tesoro más preciado.

 

*Al cierre de este artículo  España, suma ya 4.151 muertos y supera los 56.000 contagiados

Han pasado ya dos años desde que decidí, junto con mi familia, radicarnos es España; fue Madrid la ciudad a la que le hemos apostado para continuar con nuestros proyectos y desafíos, tanto profesionales como sociales. A lo largo de este tiempo, debo confesar que me he adaptado muy bien, siempre se ha reconocido a este país como un territorio en la que la alegría, y la vida se disfrutan a plenitud, y la verdad que no es equivocado; Madrid no duerme, tiene una constante actividad y es una ciudad que ofrece muchas posibilidades, en mi caso he logrado poco a poco, arraigarme, me ha permitido crecer profesionalmente, me ha generado interés y curiosidad por otros terrenos laborares que antes no conocía, pero lo más importante, siento que en Madrid se vive muy bien.

No imaginé que el titular de una notica que leía en internet hoy fuera una emergencia sanitaria a nivel global, una pandemia en la que, precisamente, es la vida la que se ve amenazada. “la misteriosa neumonía china” así leía en mi teléfono, la mañana del 8 de enero de este 2020, debo ser sincero que no le di ninguna importancia, a diario se leen tantas cosas en internet que al final, muchas se vuelven paisaje. Los días siguieron pasando y casi a finales del mes, ya los demás medios de comunicación hablaban del aislamiento de una ciudad en China. Recuerdo que a partir de allí la noticia llamó mi atención y desde entonces ya las cosas y nuestra cotidianidad empezarían a cambiar.  Poco a poco el llamado coronavirus se convertía en el protagonista de las noticias, los portales de información y los noticieros de televisión; pensé que lastimosamente, una vez más, nos veíamos afectados como especie a una crisis de salud pública, como lo que ya habíamos vivido con la gripe porcina H1N1 en el 2009 o con el Síndrome Respiratorio Agudo Severo (SARS) y el Síndrome Respiratorio de Oriente Medio (MERS)

Tras el estallido de esta emergencia en Italia, el gobierno español, desde el Ministerio de Sanidad, designa un portavoz para empezar a mitigar el impacto de contagios del ya denominado Covid-19 en España, confieso una vez más que hasta ese momento, seguía pensando que solamente se trataría de una situación de emergencia, no me imaginaba en absoluto lo que estaba por venir. Las cifras de los contagios empezaron a crecer de manera desbordada, sentí que estaba pasando muy rápido, al inicio eran casos aislados, un par en las Islas Canarias, otro en Madrid, Barcelona y Castellón, luego un contagio múltiple en una residencia de ancianos en La Rioja, y así, un día teníamos 202 contagios en todo el territorio español y al día siguiente 436. Para la primera semana de marzo, ya el tema del virus se tomaba, de mi parte, más en serio, el panorama se tornaba altamente preocupante.

Cierre de los centros educativos a todos los niveles, cancelación de algunos eventos, invitación a trabajar desde la casa y tomar como medida de protección salir lo menos posible, ni frecuentar sitios cerrados. Recuerdo que el viernes 13 de marzo, salí del trabajo y sentía un ambiente extraño en la ciudad, no vería la Madrid de siempre, incluso en el vagón del metro en el que venía, la gente se notaba extraña, un señor que estaba cerca de mi estornudó y la gente miraba con los ojos como platos y a todos nos invadió una pequeña risa nerviosa, al llegar a casa, en la televisión el presidente del gobierno declara el estado de alarma en todo el territorio nacional, suspendiendo el servicio de toda actividad al público, excepto los supermercados, las farmacias, los negocios de venta de alimentos y artículos para mascotas, ópticas, estaciones de gasolina, entre otros negocios que comercializan y distribuyen productos y servicios de primera necesidad.

Al día siguiente todo había cambiado, la gente había pasado de la sospecha y de la incredulidad al pánico, los supermercados estaban atiborrados de gente, los aeropuertos colapsados de viajeros que buscaban llegar a su destino; a partir de allí todo lo que hasta el momento había sido producto de la ficción del cine y la televisión, o de los relatos históricos de documentales y de la historia que nos han contado los libros, empieza a vivirse en carne propia. Esta no es una guerra mundial, ni una guerra civil, tampoco es una dictadura militar, esto de encerrarse en casa por motivo de una pandemia, es diferente, me atrevo a decir que sin ningún precedente histórico.

Los dos primeros días del confinamiento lo llevé de manera tranquila, hablaba con mi familia en Colombia, dando un parte de tranquilidad, organizando cosas de mi casa, planificando algunas actividades de trabajo, pero después, el panorama fue peor, las cifras de contagios y muertos crecen y crecen, hay una sobresaturación de información, noticias importantes, noticias falsas, memes, audios, vídeos. La sensación es de no creerlo, las calles desoladas, los negocios cerrados, la gente confinada en sus casas, pero lo más triste de todo, el miedo se apodera de cada uno de nosotros, la vida, nuestra vida, la de cada uno de nosotros, se ve amenazada. Esto mi generación nunca lo había experimentado.

Millones de personas encerradas, un sistema de salud colapsado, personas que trabajan y trabajan sin descanso, en particular los que hacen parte de la salud pública, los diferentes cuerpos de seguridad, pero también la gente que trabaja en la limpieza, los cajeros de los supermercados, todos aquellos que están allí, dando la cara por nosotros para que, aun estando confinados en nuestras casas, la vida siga siendo eso, ¡vida!

Hoy, lo que inició como una noticia que no me generó un mayor interés, es una realidad, y lo es en la medida en que me he replanteado muchas cosas, en principio, lo vulnerable que como especie somos, pero también nos reta para que podamos aprovechar este tiempo para reflexionar en tantas otras. Lo importante en esta situación es seguir siempre las recomendaciones que desde las entidades de salud y del gobierno se indiquen, que se resumen en gran medida en una única acción ¡No salir! ¡Quedarse en casa! Pero como sabemos que esto al cien por ciento para algunos de nosotros no se puede llegar a cumplir, pues salir solamente por motivos excepcionales, desinfectar todo antes de entrar de nuevo en casa, en la calle no tocar ninguna superficie, siempre utilizar guantes, no tocarse la cara, salir al supermercado una sola persona y hacer una compra que dure mínimo una semana para no volver pronto, generar una distancia de seguridad con las personas de más de un metro y medio. Reitero que lo que al principio me pareció una situación que se llegaría a controlar, hoy realmente debe tratarse con la mayor importancia, con responsabilidad, con madurez, con disciplina, con conciencia.  Es realmente una situación que así lo amerita.

Al día de hoy llevo 15 días sin salir de casa, no ha sido fácil, en ocasiones me aburro, me agobio, pero sé que es necesario. Es fácil pensar que, por ser una persona joven, el virus no me afecte, pero estamos ante lo desconocido, además que debo ser responsable de lo que afuera en los hospitales está pasando, no me puedo exponer a contagiarme y llegar a una UCI (unidad de cuidados intensivos) quitándole la posibilidad a otra persona de tener ese servicio.  Aunque me hoy me sienta un poco agotado del encierro, sé que después todo poco a poco volverá a la normalidad, posiblemente una normalidad diferente, eso seguro, pero volveremos a las calles, volveremos a nuestros lugares de trabajo y de estudio, a nuestra vida social, a nuestra rutina y cotidianidad. Eso queremos todos, pero lo quiero con la compañía de mis seres queridos, de mi madre, de mis hermanas, de mi pareja, de mi familia, de mis amigos. Luchemos un poco contra nuestro egoísmo, contra nuestra cultura de la trampa, contra el pensamiento de pensar que esto a mí no me va a pasar. Pensemos que para todos esta situación es nueva y desborda cualquier escenario de ficción, pero incluso la misma ficción nos muestra que debemos ser prudentes y que siempre seremos vulnerables; solo nos queda ser nuestros propios héroes, el héroe y la heroína de nuestros hogares, la súper abuela y el capitán cavernícola, los increíbles de la casa. Cuida la vida, nuestro tesoro más preciado.

 

*Al cierre de este artículo  España, suma ya 4.151 muertos y supera los 56.000 contagiados

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